Óscar Ocanto se fue de Venezuela en busca de mejores oportunidades. Llegó al país ubicado en el extremo sur del continente hace diez meses junto a su esposa.
Con 17 kilómetros de tierra hasta la ruta, sumado a los más de 50 km pavimentados hasta la ciudad de Lincoln, se tornaba complicado para los “tosqueros” en caso de necesitar un médico.
Para el venezolano Oscar Ocanto la sonrisa también regresó a su vida. Con 27 años y solo 10 meses en el país, conseguir en Las Toscas un trabajo de médico y en blanco fue una alegría incomparable.
Dos caras de una misma historia: la necesidad. Por un lado, pueblos del Interior con la emigración constante de jóvenes y trenes que al no pasar los dejaron aislados deben lidiar con la problemática de la falta de profesionales. Por otra parte, el éxodo de miles de venezolanos y su difícil inserción en el mundo laboral con trámites eternos de revalidación de títulos.
Solo pasaron tres años de su graduación en Maracaibo, cuando luego de su residencia como médico rural en el interior de su país, y recién casado con María, odontóloga, decidió buscar un futuro en la Argentina porque en Venezuela solo “estaban sobreviviendo”.
Recién llegado a Buenos Aires, comenzó a trabajar cuidando ancianos, en tanto que su mujer lo hizo como asistente de dentista. Hace tres meses, a través de la Asociación de Médicos Venezolanos en la Argentina (Asomevenar), recibió una propuesta que le cambiaría la vida: ser médico en una unidad de salud en Las Toscas. Esa entidad se ocupa de generar puestos de trabajo a médicos venezolanos para que se instalen y desarrollen su profesión en pequeños pueblos bonaerenses.
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